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100 años de la tragedia del ‘Titanic’ español el «Príncipe de Asturias»

LA ESQUINA DE MANUEL NUÑEZ

La Reina y yo, profundamente conmovidos al conocer la triste noticia del naufragio, compartimos de corazón el dolor por la pérdida de tantas y tan preciosas vidas. Le ruego transmita a las familias de las víctimas la expresión de nuestro pésame más sincero». Estas fueron las palabras que, el 8 de marzo de 1916, dirigió Alfonso XIII entonces rey de España a Antonio Martínez Pinillos, propietario de la naviera a las órdenes de la que navegaba uno de los vapores más avanzados de la época, el Príncipe de Asturias. Un buque que ha pasado a la historia con el triste sobrenombre de «Titanicespañol» debido a que se fue a pique en la madrugada del 5 de marzo de 1916, cerca del puerto de Santos (en la costa de Brasil) mientras transportaba hasta América a 593 almas.

Su tragedia y la de las aproximadamente 400 personas que murieron en su interior cayó, sin embargo, en el olvido. Y todo, debido a la turbulenta época que atravesaba por entonces España. «Estábamos en plena Primera Guerra Mundial y, poco antes, se habían hundido el Lusitania y el Titanic en circunstancias mucho más dramáticas», explica  Jorge Díaz, autor de «Tengo en mi todos los sueños del mundo» (Plaza & Janés, 2016), una novela histórica cuyo telón de fondo es este naufragio.

El Príncipe de Asturias fue botado el 30 de abril de 1914 en Glasgow (Reino Unido). Su tamaño era considerable para la época, aunque no llegaba a alcanzar al Titanic. Y es que, mientras que el «Buque de los sueños» tenía 882 pies de eslora y 92 de manga, este vapor sumaba respectivamente 477 y 58. «Tenía hermosísimos y lujosos salones de música y de fumar, con una bien surtida biblioteca, camarotes de lujo compuestos de salas, dormitorios, cuarto de baño, tocador… El viaje en uno de estos camarotes desde cualquier punto de España hasta Buenos Aires costaba 3.000 pesetas más impuestos», afirmaba este diario días después de la tragedia. En palabras de Díaz, contaba además con una tecnología bastante avanzada para la época mediante la que se pretendía evitar un desastre como el de su predecesor.principe-asturia-larevistamn

El 19 de febrero de 1916, el Príncipe de Asturias salió del puerto de Barcelona y, apenas unos días después, ya se encontraba a la altura de la costa de Santos (Brasil) cargado con 405 pasajeros y 188 tripulantes. El capitán José Lotina Abrisqueta a su mando tenía previsto llegar a puerto el 4 de marzo, pero el temporal se lo impidió. Por ello, prefirió esperar una jornada más. Al final, se decidió a entrar al muelle en la madrugada del día 5, a las 3 de la mañana. A esa hora la situación no podía ser peor debido a las lluvias, a la niebla y a la baja visibilidad, pero el veterano marino confiaba en su pericia. Para su desgracia, esta no pudo salvar al vapor del desastre y, aproximadamente a las 4 de la mañana, los oficiales se percataron de que se dirigían hacia un arrecife ubicado en punta Pirabura que no habían visto antes. Era imposible evitar la tragedia. Aunque Lotina ordenó (como hizoEdward Smith en el Titanic) ir «atrás toda», el impacto fue letal y alcanzó al vapor de costado.

En menos de cinco minutos el Príncipe de Asturias se hundió. De nada valió que algunos buques como el brasileño Vega o el español Patricio Satrústegui trataran de socorrerle. Murieron, unas 452 personas muchas de ellas, hervidas vivas en el agua de las calderas cuando estas estallaron y otras tantas ahogadas. Fue, en definitiva, uno de las tragedias marítimas más grandes de España.

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