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Aumenta a 59 muertos y más de 500 heridos en tiroteo en EE.UU.

LA ESQUINA DE MANUEL NUÑEZ

Estados Unidos vive desde este domingo conmocionada por la mayor matanza a tiros de su historia. Ni la fuerza de la costumbre, en un país donde los tiroteos son casi el pan de cada día, permitirá digerir con facilidad el horrible ataque que protagonizó Stephen Craig Paddock en Las Vegas, la noche del domingo, contra la multitud de seguidores de un concierto.

El sonido de la innumerable serie de disparos de fusil de asalto que lanzó desde la habitación de su hotel se multiplicaba ayer como eco insoportable en los numerosos vídeos emitidos por las televisiones y las redes sociales. Poco antes de que las autoridades elevaran las cifras hasta 59 muertos y más de 500 heridos, la reivindicación a cargo de Daesh irrumpía en la investigación del FBI, que había negado, en un principio, «cualquier vinculación con grupos terroristas internacionales», limitándose a referirse al pistolero como «un lobo solitario».

Un atribulado Donald Trump, víctima política del primer gran golpe al país que sufre como presidente, omitía cualquier alusión al yihadismo y tildaba el ataque de «acto de pura maldad».

El número de muertes podría aumentar las próximas horas, ya que al menos diez de los heridos permanecían anoche en situación crítica.

Los terroristas del autodenominado Estado Islámico acababan de asumir la matanza en el portal de información terrorista SITE, según una información difundida por la agencia de noticias Amaq. Daesh se refería a Maddock, estadounidense de 64 años y autor del tiroteo, como un «soldado» de su organización convertido al islam «los últimos meses».

La guerra de propaganda para atribuirse la autoría recibió la respuesta formal poco después de un portavoz de la Oficina Federal de Investigación, quien rechazaba «evidencia alguna» de su nexo con los terroristas de la yihad hasta ese momento, aunque los agentes mantenían anoche sus pesquisas con la hipótesis de un posible atentado.

El Apocalipsis en forma de disparos se había iniciado poco más tarde de las diez de la noche (tres horas menos que en Washington ). En ese momento, Paddock, atrincherado en su habitación del hotel casino Mandalay Bay, abrió fuego con su fusil de asalto contra los más de 20.000 asistentes que disfrutaban de un concierto en un gran complejo situado enfrente. Apenas unos centenares de metros separaban al pistolero de las instalaciones en las que el cantante de country Jason Aldean ofrecía parte de su repertorio a una multitud entregada. Era el tercer y último día de celebración del Route 91 Harvest Festival, un célebre encuentro de música que deleita cada año a las miles de personas que se acercan a Las Vegas.

La feroz ofensiva del pistolero comenzó a ser mortalmente eficaz cuando algunos de los presentes cayeron abatidos, instantes antes de que la mayoría empezara a batirse en estampida. El intérprete huyó del escenario en cuanto fue consciente de que los sonidos que se colaban en su sintonía musical respondían a tiros procedentes de un lugar parecido al infierno.

La rápida intervención de la policía, que se personó pocos minutos después del ataque, evitó una tragedia aún mayor, según destacó el propio presidente Trump durante su discurso dirigido a la nación. Un grupo de agentes se personó de inmediato en el piso 32 para poner fin a la sangrienta orgía que protagonizaba Paddock.

Una vez calculada desde el exterior la altura a la que se encontraba, la policía peinó las plantas 29 al 31, antes de alcanzar la que ocupaba el asesino. Cuando los agentes irrumpieron en su habitación, después de reventar la puerta con explosivos, el pistolero ya había puesto fin a su vida descerrajándose un tiro.

La laxa legislación de Nevada en materia de armas contribuyó a que a Stephen Paddock le fueran encontrados en su habitación diez rifles, utilizados por el agresor desde dos ventanas diferentes, que le permitieron un doble ángulo de tiro, antes de dispararse y acabar con su vida.

El estado del Oeste americano es uno de los considerados «open carry», por permitir portar armas sin limitación alguna. Ni siquiera están prohibidas las de asalto, como la que utilizó ayer el asesino de Las Vegas, que pueden adquirirse sin restricción de número. No hay necesidad de obtener un permiso previo para la compra, salvo la licencia, con la que contaba Paddock, que apenas requiere un mínimo trámite sin control. Ni siquiera existe registro de pistolas ni de propietarios.

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LA ESQUINA DE MANUEL NUÑEZ

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